Cuenta la leyenda que hace muchos, muchos años atrás, en medio del bosque encantado una gran fiesta se realizaba como despedida de los viejos dragones, quienes harían el viaje final a las montañas de hielo. Y antes de emprender el vuelo, ellos dejaron a los tres pequeños dragones Zafiro, Rubí y Dillón, bajo la protección del mago blanco Agemón. Pero cuando estaba por culminar la fiesta y los habitantes del bosque yacían distraídos y relajados, un oscuro hechicero de nombre Morgos, raptó al pequeño Dillón con el fin de arrebatarle sus alas y con ellas terminar de preparar un arcano hechizo conocido como “Polvo de alas de Dragón”, con el cual dominaría fácilmente los cuatro reinos conocidos: El Subterráneo con sus cavernas, madrigueras, topos y lombrices; el de La Tierra y La Nieve con sus hombres, perros y caballos; el del Agua, con sus ríos, mares, peces y calamares. Y el adorado Cielo con sus nubes, aves y estrellas...

Pasó el tiempo, y un día el viejo y sabio roble Ydrasil despertó a su ayudante Grilo, un engreído y algo torpe saltamontes, y le comentó que se acercaba el tiempo de atrapar a Morgos y de liberar a Dillón, se lo habían anunciado los habitantes del reino subterráneo, que en la próxima Luna llena, Morgos saldría de su cueva para hacer volar a Dillón y apoderarse de sus alas, sería el momento preciso para atraparlo. Ydrasil encomendó a Grilo, con prisa buscar a las hemanas de Dillón: Zafiro y Rubí. Luego todos juntos emprendieron la marcha por los cuatro reinos en pos de atrapar al oscuro hechicero y liberar al pequeño dragón.